En la actualidad existen toda una serie de creencias erróneas en cuanto al consumo de agua que nos empujan a beber y beber de forma incontrolada, pero eso si… fuera de las comidas! porque si no parece ser que el agua engorda.
Hoy vamos a hacer una análisis de esta cuestión que no deja de ser cuanto menos sorprendente.
Lo primero que quiero dejar claro, es que el agua es un alimento imprescindible y esencial para la vida, por lo que nuestro organismo debe de tener unos aportes adecuados que le permitan compensar las pérdidas que se producen a través de la orina, las heces y la respiración y, mantener de ese modo, un correcto grado de hidratación.
Las necesidades diarias de agua van a ser muy variables y distintas en cada individuo, dependiendo de las condiciones ambientales, del ejercicio que se desarrolle y sobre todo del tipo de alimentación, pero en general podemos decir que están entre 1,5 y 2 litros diarios.
El mecanismo de la sed está perfectamente diseñado para mantener una correcta hidratación, y la sensación de sed debería de ser el mejor indicador del agua que necesitamos beber en cada momento.
Una vez dicho esto creo que es el momento de aplicar la lógica y el sentido común.
Es cierto que el agua supone el 60% de la composición de nuestro cuerpo y que tiene muchas y muy importantes funciones (regulador de la temperatura, lubricante, solvente…) además el consumo de agua nos ayuda a eliminar toxinas, depurar, adelgazar, activar el metabolismo… pero cuidado!
Un aporte en exceso nos va a producir lavado y pérdida de sales minerales y una sobrecarga en el riñón que acabará debilitando nuestro sistema renal.
De manera que la mejor forma de hidratar a nuestro organismo, es haciéndolo a través de los propios alimentos de la dieta.
Por eso os recomiendo llevar una alimentación basada en productos de origen vegetal (verduras, frutas, cereales y legumbres cocinados… ) que cuentan con un elevado contenido acuoso, es decir, estos alimentos contienen agua en sí mismos de forma natural, agua que está interactuando con el resto de nutrientes y que se absorberá conjuntamente con ellos sin producir el temido efecto «lavado», disminuyendo la sensación de sed y por lo tanto, reduciendo la necesidad de beber agua en grandes cantidades.
Asegúrate de que tu dieta está basada en alimentos de elevado contenido acuoso y bebe agua sólo cuando tengas sed.
Respecto a la afirmación de que el agua durante las comidas engorda, creo que poco más hay que añadir si os digo que estamos hablando de un alimento acalórico, es decir, que su aportación energética a nuestra dieta va a ser nula independientemente de que la tomemos antes, durante o después de la comida.
Ahora bien, también es cierto que un exceso de líquido durante las principales comidas produce una dilución de los jugos gástricos por encharcamiento del estómago, lo que dificulta, altera y retarda la digestión y esa es la verdadera razón por la que os recomiendo no abusar de ella durante las principales comidas.