Durante los últimos 200 años nuestro tipo de alimentación ha evolucionado a una velocidad de vértigo.

Podemos decir que la modernización de la agricultura, el desarrollo de la ciencia y la tecnología, la aparición de la industria alimentaria o la incorporación de la mujer al mundo laboral, entre otros, han hecho que nuestros patrones alimentarios hayan ido cambiando y evolucionando, hasta el punto de producirse un enorme distanciamiento en cuanto al modo de alimentación que llevaban nuestros antepasados no tan lejanos.

En la actualidad llevamos una alimentación que escapa a toda lógica; vivimos en un mundo de prisas, ruido y estrés en el que tenemos al alcance de nuestra mano cualquier tipo de alimento, en cualquier estación del año y de cualquier parte del mundo; sólo este hecho, impensable hace 50 años, hace que se tambaleen los pilares de nuestra salud.

Llevamos una dieta demasiado rica en azúcares refinados, grasas saturadas y proteína animal (lácteos y productos cárnicos) y pobre en cereales, semillas, frutas, verduras, hortalizas, algas…

Además, consumimos demasiados alimentos manipulados (troceados, congelados, envasados, preparados, precocinados…) porque pensamos que nos hacen la vida más fácil, pero que contienen cantidad de aditivos y sustancias para alargar su vida útil ¡pero no la nuestra!

Todo apunta a que nuestra intuición y nuestro sentido común han desaparecido y que estamos a merced de la publicidad, las multinacionales y los gobiernos.

Así, perdidos e indefensos ante tales intentos de manipulación, acabamos dejándonos influenciar en exceso por la información que se vierte a través de los medios de comunicación; y en última instancia, son nuestras papilas gustativas, una parte minúscula de nuestro organismo, las que deciden lo que nos llevamos a la boca (si algo es comestible y le resulta agradable a nuestro paladar… para dentro!)

Nuestros hábitos alimentarios son demasiado importante como para decidir lo que comemos de una manera tan frívola y tan irresponsable.

De manera que ha llegado el momento de hacernos conscientes y responsables de nuestra alimentación. La calidad de nuestra vida y de nuestra salud depende de la calidad de los alimentos que nos llevamos a la boca y afortunadamente eso es algo que depende única y exclusivamente de nosotros, es responsabilidad nuestra y de nadie más.

Para empezar, y como primer consejo te diré que «comas solo comida”; para ello debes de saber que un producto quizás no sea comida si…

  • Piensas que tu tatarabuela no lo comería porque no sería capaz de identificarlo
  • Si contiene en su composición productos que no te atreves a guardar en la despensa de tu casa
  • Si cuenta con ingredientes que un niño de primaría no sabe pronunciar
  • Si no puedes imaginarte el producto en su estado natural (si no sale de un árbol, una planta, un huerto o un animal no es comida)
  • Si no tiene un proceso de descomposición natural
  • Si se llama igual en todas las partes del mundo

Detente. Serénate.
Escapa del ruido del mundo y
escucha a tu cuerpo…

Busca la sencillez en tu alimentación y en tu vida

Aquí y ahora comienza mi «Aventura por la Red». A través de este Blog, al que tanto cariño, entusiasmo y tiempo estoy dedicando, espero estar un poquito más cerca de vosotros y ayudaros en todo aquello que esté en mis manos.

Os doy la bienvenida, os invito a que participéis en él y os animo a que practiquéis en vuestras casas y en vuestras vidas, para que mi nueva «Aventura por la Red» sea también vuestra nueva «Aventura Alimentaria».

Os agradezco de antemano la confianza que depositáis en mí y espero que este espacio sirva para que todos salgamos enriquecidos de la experiencia.