La medicina tradicional entiende el sobrepeso únicamente desde el punto de vista físico y lo justifica con un exceso de aporte calórico, sedentarismo y desajustes hormonales, por lo que la forma que tiene para abordar el problema es restringiendo la ingesta de algunos alimentos, proponiéndonos distintas dietas de adelgazamiento e incrementando el ejercicio físico.
Sin embargo, muchas personas con problemas de obesidad o sobrepeso, sienten que no existe una relación lógica entre lo que ingieren, lo que se mueven y lo que se desplaza la aguja de la báscula…. Es evidente que su problema tiene un origen y unas implicaciones que van allá de lo físico.
Lo primero que debemos de analizar es si nuestras emociones están involucradas en nuestro modo de alimentarnos, es decir, si nuestro estado de ánimo es el que nos empuja a comer de manera impulsiva y descontrolada alimentos muy concretos y por lo general poco saludables.
En ese caso estamos hablando de hambre emocional y la manera de abordarlo y trabajarlo es hacernos conscientes de él en el momento en el que nos invade, tratar de encontrar el conflicto que lo ha generado (en muchas ocasiones no es nada evidente) y después buscar una actividad alternativa que nos “despiste” ante la tentación de arrasar con la nevera.
Por otra parte, nuestro problema puede tener un origen mucho más profundo que no debemos de descartar.
Según la psicosomática, todos los traumas no resueltos, bloqueos o experiencias desestabilizantes acontecidos a lo largo de nuestra vida, quedan grabados a nivel celular y generan unos impactos en nuestro inconsciente que pueden acabar manifestarse físicamente en forma de síntomas o enfermedades.
Nuestra biología, como la del resto de animales de la Naturaleza, responde y se adapta de forma asombrosa ante aquellas situaciones identificadas como “situaciones de peligro” con el fin último de asegurar la supervivencia de la especie.
Ante esta evidencia, debemos preguntarnos ¿tendrá mi cuerpo y mi propia biología alguna poderosa razón, que atienda a la leyes más primitivas de supervivencia, para “tomar la decisión” de acumular grasa o no querer deshacerse de ella?
Esas razones que buscamos pueden ser de distinta índole pero todas ellas tienen un denominador común que es el sentimiento inconsciente de soledad, abandono, peligro, inseguridad, miedo, falta de confianza… que genera la necesidad de protegernos y de escondernos detrás de una capa de grasa.
Así pues podemos decir que el sobrepeso es el resultado de muchos y muy diversos factores. Generalmente se trata de una mezcla factores hereditarios, combinados con unos hábitos de alimentación inadecuados, una mala gestión de las emociones, una serie de creencias erróneas y una actitud inapropiada ante los acontecimientos que suceden a nuestro alrededor.
Si quieres ponerte a trabajar en ello debes de ser consciente de que tú eres el primer y único responsable de todo lo que te sucede en la vida, haz una labor de aceptación sin juicios, y nunca esperes a que las cosas cambien por si solas.
Cambia tu percepción del mundo…
y tu mundo cambiará!